De La invención de la soledad de PAuster, p.85
De la casa: un documento del
distrito de S t. Clair, en el estado de Alabama, que sentencia el divorcio de
mis padres.
De la casa: un reloj, unos pocos
jerséis, una chaqueta, un despertador, seis raquetas de tenis y un viejo Buick
que apenas si funciona. Un juego de platos, una mesa de café y tres o cuatro lámparas.
Una estatuilla de bar de Johnnie Walker para Daniel. El álbum de fotografías en
blanco, LOS AUSTER ÉSTA ES NUESTRA VIDA.
Al principio pensé que sería
un alivio aferrarme a estas cosas, que me recordarían a mi padre y me harían
pensar en él durante el resto de mi vida. Pero por lo visto los objetos no son más
que objetos. Ahora me he acostumbrado a
verlos y he comenzado a pensar en ellos como si fueran míos. Miro la hora en su
reloj, uso sus jerséis, conduzco su coche; pero todo ello no me brinda más que
una falsa ilusión de intimidad, pues ya me he apropiado de todas estas cosas.
Mi padre ya no está presente en ellas, ha vuelto a convertirse en un ser invisible. Y tarde o temprano
las cosas se romperán o dejarán de funcionar y tendremos que tirarlas a la
basura. Dudo de que eso tenga la más mínima importancia.
“ ... aquí se afirma que
sólo aquel que trabaja consigue el pan, ¡sólo aquel que está angustiado
encuentra descanso, sólo aquel que desciende a los infiernos rescata a sus
seres queridos y sólo aquel que empuña su cuchillo halla a Isaac ... Aquel que
no trabaje debe hacer caso a los escritos sobre las vírgenes de Israel, pues
dará a luz al viento, pero aquel que desee trabajar da vida a su propio padre”
(Kierkegaard).
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