Un hombre bajo el agua, Juan Manuel Gil, p.280
Las tres tablas representan tres
momentos distintos de la batalla que en 1432 libraronlos florentinos,
comandados por Nicolás de Tolentino, y los sieneses, liderados por Bernardino della
Ciarda. La victoria acabó cayendo del lado de los primeros. En la actualidad,
cada una de esas pinturas se conservan por separado. La primera, en la National
Gallery de Londres. La segunda, en el Museo del Louvre de París. Y la tercera,
quizá la más emblemática, en la Galería Uffizi de Florencia.
Esta última, cuyo título es
Nicolás Mauricio de Tolentino derriba a Bernardino della Ciarda en la Batalla
de San Romano, se ha convertido en una obsesión. He examinado durante horas,
quizá días, esa última tabla de Uccello. Mandé imprimir una copia con la máxima
resolución posible, la enmarqué y la colgué frente a mi mesa de trabajo. Mientras
escribo estas líneas minimizo -casi suspendo- mi respiración para sentir el
ruido primero de la batalla.
En el flanco izquierdo de la
tabla, Nicolás de Tolentino, a lomos de un caballo rojo, golpea con su lanza el
pecho metálico de Bernardino della Ciarda, que es descabalgado de su caballo
blanco, y ya busca para siempre el alivio del suelo. Junto a ellos, soldados de
uno y otro bando se enfrentan blandiendo estandartes, trompetas, lanzas,
hachas, espadas y arcos. Emplean con brío sus piernas, brazos y puños en el
corazón de una ceremonia que, a esas alturas, ya no tiene ni lógica ni
estrategia. Solo espasmo y ceguera. Otros, en cambio, lejos de estremecerse,
yacen muertos junto a sus caballos a la espera de que llegue un nuevo y rojo amanecer.
Al fondo, en inmensa y hermosa perspectiva, las liebres y los galgos huyen
atravesando las tierras de cultivo, en
busca de la espesura del refugio.
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