El cerebro femenino, L. Brizendine, p. 132
Desde la alardeada aparición del
Viagra en 1998, se ha enardecido el interés científico en las diferencias de sexo.
Las compañías farmacéuticas se han volcado intentando encontrar una píldora o
parche que pueda encender de manera fiable el deseo femenino. Hasta ahora han fracasado
todos sus esfuerzos para descubrir un viagra rosa. En 2004 Pfizer terminó
oficialmente su esfuerzo de ocho años para demostrar que el Viagra aumentaba el
flujo de sangre hacia el clítoris y, por ende, aumentaba el placer sexual de
las mujeres.
Sabemos con certeza que, así como
el cerebro femenino no es una versión menor del cerebro masculino, el clítoris
tampoco es un pene pequeño. El conjunto de tejidos que rodean la abertura
vaginal, la uretra y el tercio exterior de la vagina está conectado por nervios
y vasos sanguíneos hasta el extremo del clítoris, de modo que todos estos
tejidos a la vez son causantes de la excitación que conduce al orgasmo. Algunas
mujeres se refieren a esta área como su anillo de fuego.
En contra de lo que creía
erróneamente Freud, no existe un orgasmo vaginal contrapuesto al clitoriano.
Durante casi un siglo la teoría freudiana hizo creer a las mujeres que eran
inadecuadas o un tanto incompletas si «sólo» tenían orgasmos clitorianos. Freud
ignoraba la anatomía del clítoris o la del cerebro femenino. Los
neurocientíficos han descubierto que la vagina está conectada con el clítoris
y, por consiguiente, el orgasmo femenino corresponde por completo a este órgano
único, el cual está conectado a su vez con los centros cerebrales del placer. El
clítoris, en realidad, es el cerebro que hay por debajo de la cintura. Sin
embargo, la actuación no corresponde por completo a la zona de debajo de la
cintura, ni se guía del todo por factores psicológicos. Para el neurocientífico
moderno, lo psicológico y lo fisiológico no son diferentes; son sólo las caras
opuestas de la misma moneda.
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