No empecemos de nuevo la guerra de Troya
Vivimos en una época en que los
peligros de ruinas y matanzas causadas por los conflictos entre grupos humanos
superan con creces la seguridad relativa que proporciona a los hombres cierto
dominio técnico de la naturaleza. Si el peligro es tan grave, sin duda se debe,
en parte, al poder de los instrumentos de destrucción que la técnica ha puesto
en nuestras manos; sin embargo, estos instrumentos no se han hecho solos, y no
es de recibo hacer que una situación de la que somos los únicos responsables
recaiga sobre la materia inerte. Los conflictos más amenazadores tienen un
carácter común que podría tranquilizar a unas mentes superficiales, pero que,
pese a las apariencias, constituyen su verdadero peligro: no tienen un objetivo
definible. A lo largo de la historia humana se puede comprobar que los conflictos
más encarnizados son, con diferencia, aquellos que no tienen objetivo. Esta
paradoja, bien mirada, es quizá una de las claves de la historia; no hay duda
de que es la clave de nuestra época.
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