Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL AMOR


El cerebro femenino, L. Brizendine, p. 113

Enamorarse es una de las conductas o estados cerebrales más irracionales que cabe imaginar tanto entre los hombres como entre las mujeres. El cerebro se vuelve “ilógico” en el umbral de un nuevo romance, literalmente ciego a las deficiencias del amado. Es un estado involutario. Estar enamorado hasta la médula, o el llamado amor loco, forma un estado cerebral documentado en la actualidad. Esa suerte de amor convive en los circuitos cerebrales con estados de obsesión, manías, embriaguez, sed y hambre. No es una emoción, pero intensifica o disminuye otras emociones. Los circuitos del enamoramiento son ante todo un sistema de motivación que es diferente del área cerebral del impulso sexual, pero se superpone con la misma.

Los circuitos cerebrales que se activan cuando estamos enamorados encajan con los del drogadicto que ansía desesperadamente la siguiente dosis. La amígdala -el sistema de alerta ante el miedo del cerebro-y el córtex cingulado anterior -el sistema cerebral de la inquietud y del pensamiento crítico- se ponen patas arriba cuando los circuitos del amor corren a toda marcha. Algo muy parecido acontece cuando la gente consume éxtasis: la precaución normal que tienen los humanos ante los extraños se desconecta y se sintonizan los circuitos del amor. Es decir, el amor romántico es una manera natural de «colocarse». Los síntomas clásicos del amor temprano se asemejan a los de los efectos iniciales de drogas como anfetaminas, cocaína y opiáceos: heroína, morfina y oxicodona. Estos narcóticos disparan el circuito cerebral de la recompensa, causando descargas químicas y efectos similares a los del romance. De hecho, hay algo de verdad en la idea de que la gente puede volverse adicta al amor. Las parejas románticas, en particular en los primeros seis meses, anhelan el sentimiento extasiado de estar juntos y pueden sentirse totalmente dependientes el uno del otro. Estudios sobre el amor apasionado muestran que este estado cerebral dura más o menos de seis a ocho meses.


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