Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

HÉCUBA


Las troyanas de Eurípides

Tiembla la tierra, tiembla toda la ciudad al desplomarse. Tiembla mi cuerpo. Algo dentro de mí también se deshace. Siento por la sangre un rumor de ceniza. Abandono mi casa. Voy a vivir en la esclavitud, en el destierro. Troya, dejo ya tus bosques, los perros desvelados, la tierra que cuida de mis muertos. ¿Dónde amaneceré mañana? ¿Adónde iré? Qiizá el mar sea más seguro que esta tierra. Prosigue, Hécuba, ahora estás sola. Te abrasarás las palmas de las manos bajo los trenes, bajo los vagones. ¿Qué extraños palparán tu cuerpo desnudo, buscando qué? Dormirás en estaciones, en los campos embarrados, tú y todas las Hécubas de la tierra: las bocas sin palabras, los cuerpos perseguidos, los vientres castigados. Poco a poco tu idioma se convertirá en una cicatriz en tu lengua. Todas las palabras con las que nombraste por primera vez la vida -«madre, luz, agua»- te dolerán como pinchazos. Querrás hablar. Pero tu boca se llenará de arena. De noche, tras las alambradas, te despertará el mismo sueño. Una y otra vez, una y otra vez. Soportarás las miradas y sus palabras: ¿de dónde vienen?, ¿qué hacen aquí?, ¡traen la guerra en sus entrañas!, ¿los has visto? Apártate de ellos. Como a un fantasma avergonzado te despertará la luz y no será la luz. Pero aguantarás, en pie, desdichada Hécuba, como todas las Hécubas del mundo: detrás de las alambradas, en las barcas que el oleaje quiera tragar, en los campamentos de invierno; aguantarás, porque Troya está en ti y mientras tú vivas Troya seguirá viva; aguantarás y no habrá tiempo, ni fuego, ni mentira que la derrumbe; aguantarás, Hécuba, para que el silencio no siga al crimen, para que la última palabra no sea de ellos, para que no se queden con toda la luz de este mundo.


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