Un país bañado en sangre, Paul Auster, p. 175
Mientras, el asesino de George
Floyd, miembro del Departamento de Policía de Mineápolis, está en la cárcel sentenciado
a veintidós años, gracias sobre todo a la mano firme y a la mirada clara de
Darnella Frazier, una valiente muchacha de diecisiete años que filmó en su
integridad los ocho minutos y medio de aquel asesinato a sangre fría, sin
sentido, para que lo vieran Norteamérica entera y el resto del mundo. Las
manifestaciones subsiguientes al asesinato de George Floyd constituyeron la
única señal de esperanza que sentí por nuestro bienestar colectivo durante los
primeros y sombríos días de la pandemia, cuando grandes multitudes birraciales
marcharon juntas en más de dos mil ciudades y pueblos de Estados Unidos, pero
aún no es seguro que esas muestras de unidad entre blancos y negros marquen un
auténtico cambio en el ambiente de la nación o no sean más que un momentáneo
claro entre las nubes. Pienso, sobre todo, en los policías neoyorquinos que
aporreaban los cuerpos de manifestantes pacíficos en Manhattan mientras
pandillas de adolescentes saqueaban tiendas en el SoHo, a solo veinte o treinta
manzanas al sur, sin ningún agente a la vista. Y, cuando no pienso en Nueva York,
pienso principalmente en la pequeña ciudad de Wisconsin donde hace ciento dos
años mi abuela mató a tiros a mi abuelo y en que, en esa misma ciudad de Kenosha,
cuando una multitud de manifestantes marchaba en agosto pasado para apoyar a Jacob
Blake, un negro desarmado que había quedado paralítico después de que un agente
de policía blanco le disparase siete balazos en la espalda, un muchacho de
diecisiete años llegó a la escena armado con un fusil semiautomático y mató a
tiros a dos manifestantes e hirió a otro, crímenes premeditados que el ya
antiguo presidente aprobó como actos de «autodefensa». Luego vuelvo mis
pensamientos hacia la muchacha de diecisiete años con su teléfono móvil en
Mineápolis y me pregunto si el futuro le pertenece a ella o al chico de
diecisiete años del fusil de Kenosha, o si el mundo seguirá siendo el mismo de ahora
y el futuro les pertenecerá a los dos.
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