«Saligia» son los siete pecados
capitales en uno. Me la imagino como una criatura grotesca de Fellini,
voluminosa y carnosa, que se bambolea cuando ríe. La cámara desciende hacia
ella y ella le presenta su enorme busto. Tiene mala dentadura y el pelo negro y
grasiento recogido en un moño. Si fuera una escultura, tendría que ser de Fernando
Botero, el escultor colombiano de personas (y animales) de tamaño descomunal.
Aterroriza a los adolescentes, tal vez en Rímini, la ciudad natal de Federico Fellini,
o en alguna otra que se le parece, pero esos mismos adolescentes se sienten
inexorablemente atraídos por ella, por el perfume que emanan sus poderosos
pechos. Ella los inicia en los misterios de la carne, y sus hermanas son
Cabiria, Volpina y compañía. Extiende los brazos hacia nosotros y estamos
perdidos.
Probablemente nació en el siglo XIII.
En 1271 aparece impresa en la Summa hostiensis de un tal Henricus de Bartholomaeis,
un hombre de la ciudad portuaria de Ostia donde, siglos más tarde, la
prostituta Cabiria ejercería su oficio de noche en la película de Fellini.
Bartholomaeis creó a Saligia al revisar el orden tradicional de los siete pecados
capitales, que se estableció en el siglo VI d. C. en la Magna Moralia de
Gregorio Magno: superbia, invidia, ira, avaritia, accidia, gula, luxuria.
Soberbia, envidia, ira, avaricia, pereza, gula y lujuria. Estos son sus siete
elementos, pero en la relación de Gregorio -SIIAAGLaún no se distinguen. Es
Bartholomaeis quien le da vida reordenando su ADN. Él es su Crick y Watson, su
Pigmalión. Soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza: esa es,
según el hombre de Ostia, la secuencia que descifra su código genético.
Superbia, avaritia, luxuria, invidia, gula, ira, accidia: el acrónimo le da
vida a Saligia de una forma gráfica y tangible.
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