Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL COTILLEO


Asentir o desestabilizar, Rafael Chirbes, p. 268

El cotilleo -el contar- ha sido tradicionalmente atribuido al mundo femenino, mientras que al hombre se le atribuye (también por la tradición) el ser de pocas e inamovibles palabras («un hombre de palabra», se dice). La mujer -seguimos con el tópico- se enreda en el hilo del verbo y la vida, pregunta, critica, se interesa  por cuanto pasa bajo techos que no son el suyo, y busca un saber menudo e improductivo que el varón desdeña. La narración, pues, por ser cotilleo -aunque, eso sí, sacralizado--, arraiga en el apartado femenino del alma: no deja de ser chisme, invención, mentira que encubre una verdad difusa, como la del arna de casa ante el puesto del carnicero.

Sin embargo, es el macho quien ha secuestrado esa voz y, con frecuencia, la mujer ha debido ocultarse, para contar, detrás de una firma de hombre. Pocas narradoras, pocas mujeres sujeto en el quehacer literario y, por el contrario, muchas protagonistas de la ficción de los hombres: muchas mujeres objeto de literatura. Con el desarrollo parece llegada la hora de la transición, en la que el macho-salomé entregaría en bandeja de plata -bien que a regañadientes- la cabeza del cuento, buscando esa voz (la que ya se escuchaba en la primera obra de Azancot:"' voz de mujer saliendo de un cuerpo de hombre) que, siendo femenina, está en él sumergida.


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