El príncipe era Edmond de
Polignac.
El conde era Robert de
Montesquiou-Fézensac.
El hombre de la bata roja, Julian Barnes, p.14
El plebeyo de apellido italiano
era el doctor Samuel Jean Pozzi.
La primera adquisición intelectual
fue el festival Handel en el Palacio de Cristal, donde asistieron al oratorio
Israel en Egipto para celebrar el bicentenario del nacimiento del compositor.
Polignac observó que «La función tuvo un éxito colosal. Los cuatro mil
intérpretes festejaron regiamente al grand Haendel [sic]».
Los tres visitantes también
llevaban una carta de presentación de John Singer Sargent, el pintor de El
docto Samuel Jean Pozzi en casa. El destinatario de la carta era Henry James,
que había visto el cuadro en la Royal Academy en 1882, y a quien Sargent
pintaría con absoluta maestría años más tarde, en 1913, cuando James tenía
setenta años.La carta empezaba así:
Querido James:
Recuerdo que una vez dijo que un
francés de paso no era una amenidad desagradable para usted en Londres, y he
tenido la osadía de entregar una tarjeta de presentación a dos amigos míos. Uno
es el doctor S. Pozzi, el hombre de la bata roja (no siempre), un personaje muy
brillante, y el otro es el singular y extrahumano Montesquiou.
Curiosamente, es la única carta
de Sargent a James que sobrevive. El pintor parece desconocer que Polignac
también forma parte del grupo, una añadidura que sin duda habría complacido e
interesado a James. O quizá no. Proust solía decir que el príncipe era como
«una mazmorra en desuso convertida en una biblioteca».
Pozzi tenía por entonces treinta
y ocho años, Montesquiou treinta, James cuarenta y dos y Polignac cincuenta y uno.
James alquilaba un chalé en Hampstead
Heath desde hacía dos meses y estaba a punto de volver a Boumemouth, pero
aplazó su partida. Dedicó dos días, el 2 y el 3 de julio de 1885, a recibir a
los tres franceses que, como escribió posteriormente el novelista, «estaban
ansiosos de ver el esteticismo londinense».
Lean Edel, el biógrafo de James,
describe a Pozzi como «un médico de sociedad, coleccionista de libros y un conversador
en general cultivado». De la conversación no queda constancia, la biblioteca se
dispersó hace mucho y solo subsiste el médico de sociedad. Con esa bata roja (
no siempre).
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