También soy capaz de reír,
Felice, no lo dudes, incluso se me conoce corno gran reidor, aunque a este
respecto en otros tiempos era mucho más loco que ahora. Hasta me ha llegado a
ocurrir que en el curso de una solemne conversación con nuestro presidente- hace
ya dos años que sucedió, pero la cosa se ha hecho legendaria y me sobrevivirá
en el instituto-me eché a reír, ¡y de qué manera! Sería excesivamente prolijo
trazarte la semblanza de lo importante que es este hombre, pero puedes creerme
si te digo que lo es en muy alto grado, y que un empleado corriente del
instituto se lo imagina no sobre la tierra sino entre las nubes. Dado que por
lo general no tenemos muchas ocasiones de hablar con el káiser, este hombre-lo
mismo ocurre en todas las grandes empresas-infunde a dicho empleado la
sensación de estar entrevistándose con
el emperador. Por supuesto que también hay en este hombre rasgos
suficientemente ridículos, como es el caso de todo aquel que se ve colocado en
un punto sobre el que convergen con total claridad las miradas de los demás, y
cuya posición no corresponde por entero a sus propios méritos, pero para que
una evidencia semejante, para que esa especie de fenómeno natural le lleve a
uno a reírse en presencia del gran hombre, es preciso estar dejado de la mano
de Dios.
Te quiero más que a la salvación de mi alma
KAFKA SE RÍE DELANTE DEL PRESIDENTE
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