¿Este es Kafka?; Reiner Stach, p. 32
Durante toda su vida a Kafka le resultó sumamente difícil decir conscientemente una mentira. Al comparar sus diarios con las cartas que escribía en las mismas fechas queda claro que podía no mencionar ciertas cosas o-según fuera el corresponsal-presentarlas bajo otra luz, pero apenas es posible encontrar ningún ejemplo de mentiras explícitas, ni siquiera de mentiras piadosas.
Kafka se permitió una notable
excepción a la regla la mañana del2 3 de septiembre de 1912. Absorto en la
escritura de su relato «La condena» la noche anterior no había pe gado ojo, y
tanto el agotamiento como la exaltación narcisista después de aquel logro-que
él reconoció enseguida como un hito creativo-le impidieron salir hacia la
oficina a la hora habitual, en torno a
las ocho menos cuarto de la mañana. En lugar de eso le mandó una nota a su
superior Eugen Pfohl, explicándole que a causa de una fiebre y un «pequeño desmayo» no podría
acudir a la oficina hasta el mediodía, pero que a esa hora estaría allí
«seguro»( véase el facsímil, escrito en
el dorso de una tarjeta de visita). No obstante, Kafka se quedó en casa todo el
día y a la mañana siguiente tuvo que soportar las preguntas de sus colegas
preocupados y hacer un poco de teatro.
Kafka sólo podía apaciguar sus
escrúpulos con respecto
a las mentiras cuando éstas no
eran claramente en su pro pio interés. Así, en otoño de 1917 ocultó a sus
padres el brote de la infección de tuberculosis, y para mantener en pie el
engaño se vio obligado a proporcionar otra explicación para el descanso de tres
meses que le concedieron sus superiores.
Kafka aseguró que le habían concedido esa pausa a causa de su «nerviosismo».
Que sus padres lo creyeran durante meses hasta que se enteraron de la verdad
pare ce bastante sorprendente, porque durante la guerra, en la que el
funcionario Kafka no fue llamado a filas, se le negaron hasta las vacaciones
establecidas de dos semanas. Una baja médica a causa de «nerviosismo» era
completamente impensable.
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