Hacia la estación de Finlandia, p. 330
Solo
tiene una idea: la revolución; ha roto con todas las leyes y códigos morales
del mundo civilizado. Si vive en ese mundo y pretende formar parte de él, solo
lo hace con el propósito de destruirlo más fácilmente; debe odiar por igual
todo lo que lo constituya. Debe ser frío: tiene que estar dispuesto a morir, tiene
que aprender a soportar la tortura y tiene que ser capaz de ahogar todos sus
sentimientos, incluso el del honor, en cuanto se interfieran con su objetivo.
Únicamente puede llegar a sentir amistad hacia aquellos que sirven a su causa;
los revolucionarios de inferior categoría serán para él un capital del que
disponer. Si un camarada se encuentra en una dificultad, su suerte se decidirá
calculando tanto su utilidad como el gasto de fuerza revolucionaria necesaria
para salvarle. En cuanto a la sociedad establecida, el revolucionario debe
clasificar los miembros de esta en función no de su infamia personal, sino del
daño que puedan hacer a la causa revolucionaria. Los más peligrosos deben ser
inmediatamente eliminados; existen, sin embargo, otras personas que,si se les
deja en libertad durante un tiempo, beneficiarán los intereses de la revolución
perpetrando actos brutales que indignarán al pueblo; o que pueden ser
utilizadas en bien de la causa por medio del chantaje y de la intimidación. Los
liberales deben ser explotados haciéndolos creer que uno acepta su programa, a
fin de comprometerlos a renglón seguido e implicarlos en el programa revolucionario. Se debe impulsar a otros
radicales a que hagan cosas que: destruirán completamente a la mayoría de
ellos, pero que convertirán, en verdaderos revolucionarios a los restantes. La
única finalidad del revolucionario es la libertad y felicidad de los
trabajadores manual, pero, persuadido de que este objetivo solo se realizará
mediante una revolución del pueblo totalmente destructora, favorecerá con todas
sus fuerzas el progreso de los males que agoten la paciencia del pueblo. Los
rusos deben repudiar categóricamente el modelo clásico revolución de moda en
los países occidentales, que hace concesiones a la propiedad y al orden social
tradicional de la pretendida civilización y moral y que solo busca sustituir un
Estado por otro; así pues revolucionario ruso debe abolir el Estado con todas
sus tradiciones, instituciones y clases. En consecuencia, el grupo que fomenta
la revolución no tratará de imponer al pueblo ninguna organización política
desde arriba: la organización de la sociedad futura surgirá sin pueblo mismo.
Nuestra tarea es simplemente la destrucción, terrible, completa, universal y
despiadada; y para alcanzar este objetivo debemos unirnos no solo con los
elementos recalcitrantes de las masas,
sino también con el audaz mundo de los bandidos, los Únicos revolucionarios auténticos de Rusia.» Es
preciso añadir que, en aquella época, Bakunin solía expresar su· admiración por
los jesuitas y hablaba-todo un presagio--de seguir su ejemplo
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