Héroes, Stephen Fry, p. 400
-Asterión, escúchame. Sé cómo salir de este laberinto. ¿Por
qué no vienes conmigo? Nos iremos en barco a Atenas. Yo me ocuparé de que
tengas un campo para ti solo.
Una especie de aullido, y las enormes papadas del animal se
agitaron.
-¿No? ¿Entonces qué?
El minotauro se irguió y chilló.
-Calma. Déjame a ver si entiendo -dijo Teseo, sin in
mutarse demasiado-. Cualquier cosa es mejor que una pelea, digo yo. Con eso
solo hay un resultado. Saldrás muerto. No me gustaría. Ahora que te he conocido
veo que me caes bien. Ahí el minotauro se desgañitó para hacer un nuevo so
nido. Hizo acopio de todo el aliento que pudo y lo concentró en un gemido que a
Teseo le sonó como «¡Máhame! ¡Máhame!».
Entonces lo entendió.
-¿Mátame? ¿Me estás pidiendo que te mate?
El minotauro dejó caer la cabezota en un gesto de asentimiento.
-¿Qué te mate? No me pidas eso. El minotauro se irguió.
-¡Máhame! ¡Máhame!
Teseo también se puso en pie.
-Entonces que sea un duelo, por lo menos. Mátame...
¡Mátame! -Y, diciendo esto, le dio un golpe a una pila de
ex crementos. Unos restos densos salpicaron al minotauro en la cara-. ¡Vamos,
entonces!
La criatura soltó un rugido colérico ante la salpicadura de
sus propias heces en los ojos. Pateó el suelo con las pezuñas, sacudió la testa
y embistió a Teseo.
Teseo dio un paso a la izquierda y luego otro a la derecha
invitando al minotauro a acercarse. Este sacudió la cabe za a uno y otro lado,
confuso.
-¡Ep! ¡Ep! Ven aquí -le gritaba Teseo retrocediendo hacia
una pared.
El minotauro se decidió, bajó los cuernos y embistió. Teseo
brincó a un lado en el último instante y el animal se estampó de cabeza contra
la pared de piedra. El cuerno izquierdo se le partió con un terrible crujido y
se le quedó colgando. Teseo dio una voltereta hacia delante, retorció el asta y
la arrancó, y antes de que a la alucinada criatura le diese tiempo a saber lo
que pasaba, le clavó bien hondo el cuerno puntiagudo en los pliegues de la
garganta y de un tirón vio lento le cortó la tráquea.
El chorro de sangre cubrió a Teseo de la cabeza a los pies.
La criatura pateó en una danza espasmódica mientras le manaba más y más sangre
del cuello como una fuente. Las pezuñas le resbalaron en las losas húmedas y
cayó temblando en el suelo.
Teseo se arrodilló a su lado y le habló en voz baja al oído.
-Te mando a tu descanso eterno con rapidez y respeto,
Asterión. El mundo sabrá que tuviste un final valeroso y noble.
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