Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FAULKNER


Familias como la mía, Ferrer Lerín, p. 14

Abril de 1960

Debo a Luis de Caralt, a Ediciones G.P., a Plaza y Janés, quizás a todos por igual o quizás a sólo uno de ellos -aparecían todos los nombres sin saberse a ciencia cierta quién mandaba- mi conocimiento de William Faulkner o, lo que es lo mismo, el inicio de -como alguien diría después- una cierta carrera literaria. Una pequeñísima papelería -más que librería-, en la Vía Layetana, en un semisótano, contiguo a otro en el que se ubicaba la confitería donde cuando niño se compraban los dulces tras la misa de doce, mostraba, en unos escaparates de madera pintada de verde que quedaban muy por debajo del nivel de los ojos, varios volúmenes de la colección Reno de esa editorial, ejemplares en un formato que entonces debió empezar a llamarse «libro de bolsillo”. Entré por primera vez en el establecimiento con la idea de comprar unos cuadernos pero sólo terminar de bajar las empinadas escaleras me topé con un expositor -ese artilugio que luego se denominaría pomposamente góndola- en el que se encontraban los mismos títulos que en los escaparates de la calle. Fue un acto reflejo, cogí uno, lo hojeé, vi algo que era nuevo, una literatura densa, pero como mecida por música negra, lo acerqué al mostrador y me lo envolvieron junto a unos blocs de Enri. Era mi primer Faulkner, El villorrio, no el mejor, pero el que abriría el camino; ahora recuerdo que la confitería se llamaba Vila Bou y que en la misma papelería-librería adquiriría meses más tarde otro libro, uno de los primeros volúmenes de la colección Los Premios Nobel de Literatura, también de Ediciones G.P., que incluía tres obras de autores diferentes, la primera,  iDesciende, Moisés!; conjunto de relatos faulknerianos entre los que se halla uno memorable: El oso.

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