Wittgenstein, arquitecto, p. 20
Parece como si Ludwig quisiera,
de un modo inconsciente, remedar en negativo a su padre: Carl Wilhelm, el padre
del filósofo, fue un hombre dotado de una personalidad extraordinaria. En 1864,
cuando tenía dieciséis años, tuvo que abandonar el Instituto de Enseñanza Media,
poco antes de acabar el bachillerato, a causa de un trabajo escolar en que
exponía sus opiniones sobre la inmortalidad del alma. Se fugó de casa, y en 1865
llegó a Nueva York con un pasaporte falso. Al principio trabajó de camarero en
esa ciudad, y luego se unió a una banda de músicos negros en la que tocaba el
violín; poco después se enroló como timonel en un transbordador y más tarde se
ganó el sustento como vigilante de un parque. A continuación ocupó el puesto de
encargado en un bar de Washington; su cometido consistía en recordar las caras de
los clientes que habían pagado su consumición. Finalmente se ganó la vida como
profesor de griego, matemáticas, trompa y violín. Regresó a Austria en 1867
(¡con veinte años!) y comenzó la carrera de perito industrial que, sin embargo,
no llegó a terminar». Tras otras correrías, llegó a dirigir una industria
metalúrgica en Praga para llegar a convertirse en multimillonario. Karl
Wittgenstein proporcionó apoyo a la Sezesion Vienesa; no sólo Gustav Klimt
frecuentaba su casa, también lo hacían Gustav Mahler, Bruno Walter, Pau Casals
y Auguste Rodin. Su hijo Paulllegó a ser un destacado pianista. Perdió un brazo
en la Primera Guerra Mundial y, a pesar de ello, los compositores Maurice Ravel, Richard
Strauss y Serguéi Prokófiev le dedicaron sendos conciertos para piano. En este
clima fantástico acechaba la sombra del suicidio: tres de los cinco hijos
varones de Karl Wittgenstein se suicidaron. En la Viena de aquellos años se
había impuesto en muchos círculos una cierta sensibilidad de «fin de siglo» que
tuvo su concreción en un elevado número de suicidios. «Hans, nacido en r877,
hermano mayor de Ludwig, que sufría por la discrepancia entre su interés por la
música y los deseos abrigados por su padre, puso fin a su vida en r 902, en la
Habana. El tercero de sus hijos varones, Rudolf, nacido en 1881, se suicidó en Berlín
en 1903; antes hizo que en una taberna cantaran para él su canción preferida:
Abandonado estoy. Ambos eran homosexuales declarados».
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