La España vacía, Sergio del Molino, p. 22
Del verbo tener, el que tiene. Tradicionalmente,
un tenedor ha sido en España una persona. ¿Cómo pasó a significar lo que en el
resto del mundo se llama forca?
A diferencia de la cuchara o el
cuchillo, el tenedor es un utensilio muy reciente. En el Qyijote nadie come con
tenedor. En la España del Siglo de Oro era aún una rareza al alcance de los muy
ricos, y lo siguió siendo hasta la guerra napoleónica. Carlos I usaba unos
traídos de algún lugar de Europa, pero se consideraba una excentricidad imperial.
No fue común en las mesas hasta bien entrado el siglo XIX. Los pastores y la
gente del campo no comieron con tenedor hasta casi el siglo XX, y fue un
exotismo en muchas aldeas perdidas donde se mantuvieron fieles a la cuchara
para las migas y al cuchillo para el queso.La primera fábrica que produjo
masivamente tenedores en España no se abrió hasta mediados del siglo XIX.'
En lo que entonces se llamaba
mundo civilizado, el tenedor era una marca de distinción y elitismo.
"Entre las clases altas británicas de mediados del siglo XX, el 'almuerzo
de tenedor' y la 'cena de tenedor' eran comidas de bufé en las que el cuchillo
y todos los demás utensilios se dejaban de lado. El tenedor era educado por ser
menos violento a primera vista que el cuchillo, y menos infantil y sucio que la
cuchara. Se aconsejaba usar tenedores para cualquier plato, desde el pescado al
puré de patatas, desde las judías verdes a la tarta. También se diseñaban
tenedores especiales para helados y ensaladas, para sardinas y tortugas
acuáticas. La regla de oro para los buenos modales en las mesas occidentales
durante los siglos XIX y xx era: 'ante la duda, usa el tenedor”. Queda claro
que la breve historia del cubierto tiene que ver con el esnobismo y la
distinción del vulgo que no es hábil con los pinchos.
El misterio del tenedor dice algo
significativo de los españoles y de cómo han vivido y viven. Dice algo de una
historia de elitismo y desprecio. Dice algo acerca de la crueldad, del dominio
y del miedo al otro cuando el otro es pobre. Dice algo acerca de la necesidad
de distinguirse de los monstruos que viven fuera del palacio. Monstruos que
comen con las manos y rebañan con la misma cuchara que usan en la sobremesa
para hacer percusiones de folclore bárbaro.
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