Wittgenstein arquitecto, p. 86
Debido en parte a su propia
monumentalidad, y también en parte al triste destino de la propia Austria, la
casa –que había consumido tanto tiempo, energía y dinero- ha tenido una historia
desgraciada. Menos de un año después de que Gretl se mudara a ella, la Gran
Depresión de 1929 (aunque de ninguna manera la dejó en la indigencia) la obligó
a despedir a gran parte del personal que necesitaba para llevar la casa tal y
como se debía, y tenía que recibir a sus invitados no en la sala, sino en la cocina.
Nueve años después, tras el Anschluss, huyó de los nazis para vivir en Nueva
York, dejando la casa vacía al cuidado del único sirviente que le quedaba. En
1945, cuando los rusos ocuparon Viena, la casa fue utilizada como cuartel por
los soldados rusos y como establo para los caballos, Gretl regresó en 1945 y vivió
allí hasta su muerte, en 1958. La casa entonces pasó a ser propiedad de su
hijo, Thomas Stomborough. Compartiendo las reservas de Hermine acerca de su
idoneidad como residencia, Stomborough la dejó vacía durante muchos años hasta
que, en 1977, la vendió a un constructor para que la demoliera. La salvó de
este destino una campaña a favor de que se declarara monumento nacional,
promovida por la Comisión Histórica de Viena, y ahora sobrevive como sede del
departamento cultura de la Embajada de Bulgaria, aunque el interior ha sido
sustancialmente alterado para adaptarse a este propósito. Si Wittgenstein la hubiera
visto en su estado actual-tabiques para formar habitaciones en L, paredes y
radiadores pintados de blanco, el vestíbulo alfombrado y forrado de madera-,
probablemente habría preferido que la demolieran.
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