CON NUESTROS TIRACHINAS (LEA
DESPACIO)
Nosotros éramos oriundos y
también éramos de otra parte. Somos los niños perdidos y las mujeres muertas. Dios
no existe -darnos fe de ello- y nosotros aquí andamos siempre sonrientes.
Sabemos un montón de cosas.
Sabemos que los recuerdos de Paula no pertenecen a este lugar. ¿Por qué llega entonces
a este pueblucho para ocuparse de las tareas sucias, desenterrar los huesos
muertos -hablarnos metafóricamente-, reavivar los odios de una fogata en la que
nos quemarnos para regenerarnos de noche y al siguiente día volver a arder?,
¿por qué viene Paula a profundizar, desde un átomo, en la fosa, ensanchándola
para después desinfectarla con cal viva como una jardinera que solo cultiva crisantemos
o una limpiadora por horas?, ¿por qué quiere ponerles nombre a los despojos?,
¿quiere Paula purgar sus incógnitas culpas como los que cebaban al cerdo de San
Antón y después lo embuchaban sin lavarse las manos?, ¿está aburrida?, ¿cuál es
el país de Paula?, ¿y su pecado?, ¿qué ftliación la lleva a estropearse las
uñas contra el terrizo y a llenarse de arenilla los bronquios mientras intenta limpiar
la quijada de un hombre, probablemente bueno, que habitó durante un instante
esta tierra y después se la comió para siempre?
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