Desayuno en Tiffany's, Truman Capote, p. 101
DESAPARECE LA CHICA DE TOMATO. Y
SE TEME QUE LA ACTRIZ COMPLICADA EN EL CASO DE LOS TRAFICANTES HAYA SIDO
VÍCTIMA DE LA MAFIA. Sin embargo, pasado algún tiempo la prensa informó:
APARECE EN Río LA PISTA DE LA ACTRIZ DESAPARECIDA. Las autoridades
norteamericanas no hicieron, al parecer, ningún esfuerzo por recobrarla, y el
caso fue perdiendo importancia hasta quedar reducido a alguna que otra mención
en las columnas de cotilleo; como gran noticia, solo resucitó una vez: por Navidad,
pues Sally Tomato murió de un ataque cardíaco en Sing Sing. Transcurrieron los
meses, todo un invierno, sin que me llegara ni una sola palabra de Holly. El
propietario del edificio de piedra arenisca vendió las pertenencias que ella
había abandonado: la cama de satén blanco, el tapiz, sus preciosos sillones góticos;
un nuevo arrendatario alquiló el apartamento, se llamaba Quaintance Smith y
reunía en sus fiestas un número de caballeros ruidosos tan elevado como Holly
en sus mejores tiempos, pero en este caso madame Spanella no puso objeciones,
es más, idolatraba al jovencito, y le proporcionaba unfilet mignon cada vez que
aparecía con un ojo a la funerala. Pero en primavera llegó una postal: «Brasil
resultó bestial, pero Buenos Aires es aún mejor. N o es Tiffany's, pero casi.
Tengo pegado a la cadera a un $eñor divino. ¿Amor? Creo que sí. En fin, busco
algún lugar adonde irme a vivir (el $eñor tiene esposa, y siete mocosos) y te
daré la dirección en cuanto la sepa. Mille tendresses». Pero la dirección, suponiendo
que llegase a haberla, jamás me fue remitida, lo cual me entristeció, tenía
muchísimas cosas que decirle: vendí dos cuentos, leí que los Trawler habían
presentado sendas demandas de divorcio, estaba a punto de mudarme a otro lugar
porque la casa de piedra arenisca estaba embrujada. Pero, sobre todo, quería hablarle
de su gato. Había cumplido mi promesa; lo había encontrado. Me costó semanas de
rondar, a la salida del trabajo, por todas aquellas calles del Harlem latino, y
hubo muchas falsas alarmas: destellos de pelaje atigrado que, una vez
inspeccionados detenidamente, no eran suyos. Pero un día, una fría tarde
soleada de invierno, apareció. Flanqueado de macetas con flores y enmarcado por
limpios visillos de encaje, le encontré sentado en la ventana de una habitación
de aspecto caldeado: me pregunté cuál era su nombre, porque seguro que ahora ya
lo tenía, seguro que había llegado a un sitio que podía considerar como su
casa. Y, sea lo que sea, tanto si se trata de una choza africana como de cualquier
otra cosa, confío en que también Holly la haya encontrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario