Hacerse todas las ilusiones posibles, Josep Pla, p. 53
Las causas económicas no lo explican
todo y hasta que no dispongamos de una buena historia de nuestro país, nos
veremos obligados a analizar las causas de nuestro drama cultural -de nuestra
decadencia literaria, espiritual y sensible- a la luz de la formación de la
unidad española y del vínculo con Castilla.
Las causas reales de esta decadencia, que ha sido subrayada muy a menudo, son,
por el momento, desconocidas.
La unidad, que no fue solamente
política, sino también religiosa, lograda mediante la proyección de formas del
catolicismo castellano sobre nuestro país, produjo una sobrecarga de
catolicismo en nuestra vida social, que actuó como factor de decadencia, pues1os
pueblos con espíritu comercial se ahogan si la presión del dogmatismo católico
resulta excesiva. El bilingüismo fue otro factor de decadencia. El bilingüismo plantea,
a mi modo de ver, el problema del subconsciente catalán --origen de todo el
drama cultural del país- porque el pueblo que no logra manifestar su subconsciente
de manera holgada, libre y normal, pierde fatal y certeramente su personalidad.
El subconsciente catalán es absolutamente ajeno al ambiente castellano y
andaluz, donde se siente desplazado. El hecho de que el alma catalana sea más
sentimental que sensible intensifica aún más lo que digo. El arrinconamiento al
que aludo crea en el catalán un sentimiento de inferioridad permanente. Al ser
el sentimiento de inferioridad algo doloroso, desagradable y abrumador, el
catalán ha realizado, colectiva y, en muchos casos, personalmente, un gran
esfuerzo para superarlo: ha hecho todo lo posible para abandonar su auténtica
personalidad, para desprenderse de ella, pero no lo ha conseguido. Esto ha dado
lugar a una psicología curiosa: la psicología de un hombre dividido, que tiene
miedo de ser él mismo y, al mismo tiempo, no puede dejar de ser quien es, que
se niega a aceptarse tal y como es y que no puede dejar de ser como es. No son
elucubraciones mías, son hechos. Son las
señales típicas del complejo de inferioridad.
La permanencia prolongada en este
estado ha creado un ser de escasos sentimientos públicos positivos, es decir,
un hombre sin patria, incapaz de unirse a otros o compartir intereses,
hipercrítico, irónico, individualista, frenéticamente individualista, negativo:
un hombre enfermizo, sombrío, desconfiado, tortuoso, escurridizo, nervioso,
displicente, solitario, triste. La enfermedad catalana yace en el subconsciente
del país.
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