CANTO I
Háblame, Musa, del hombre de múltiples tretas que por muy
largo tiempo anduvo errante, tras haber arrasado la sagrada ciudadela de Troya,
y vio las ciudades y conoció el modo de pensar de numerosas gentes. Muchas
penas padeció en alta mar él en su ánimo, defendiendo la vida y el regreso de
sus compañeros. Mas ni aun así los salvó por más que lo ansiaba. Por sus
locuras, en efecto, las de ellos, perecieron, ¡insensatos!, que devoraron las
vacas de Helios Hiperión. De esto, parte al menos, diosa hija de Zeus, cuéntanos
ahora a nosotros.
Por entonces ya todos los demás que de la abrupta muerte
habían escapado se hallaban en sus hogares puestos a salvo de la guerra y del
mar. Y sólo a él, ansioso del regreso y de su esposa, lo retenía una ninfa
venerable, Calipso.
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