El negociado del ying y el yang, Eduardo Mendoza, p. 247-248
El peculiar emplazamiento
geográfico de Barcelona, que causa buena impresión al forastero, es uno de sus
principales defectos para quienes viven allí. Enmarcada entre una espaciosa
franja de mar y una suave y diminuta cordillera, Barcelona viene definida por
sus límites. Por esta causa, el barcelonés vive encajonado y, aunque finge
ignorar su discapacidad, por más que se apresure, nunca saldrá del corto
perímetro de su demarcación. A menudo un tráfico caótico y unos transportes
públicos insuficientes le hacen creer que soporta los problemas propios de una
gran ciudad, pero esta reflexión sólo es un falso consuelo: comparada con una
aldea, Barcelona es una gran ciudad, pero comparada con una gran ciudad, sólo
es un reducto provinciano, hipertrofiado, endogámico y pretencioso.
En aquella época y a nivel
simbólico, todo barcelonés se identificaba en su fuero interno con el más
estrafalario de sus habitantes: un gorila albino apodado sin ingenio Copito de
Nieve, que el azar había llevado desde la selva de la Guinea Ecuatorial al
exiguo zoo ubicado en los terrenos de la antigua Ciudadela. Allí transcurría
del modo más desafortunado la vida de aquel simio, mitad bestia, mitad
institución municipal, más peluche que fiera, sin esperanza de libertad ni de
cambio, en su desesperante rutina, alimentado y cuidado con esmero, observado
con rigor, y condenado, como un Sísifo obsceno, a copular sin pausa con la
esperanza, siempre fallida, de reproducir su valiosa anomalía. Así pasaba las
horas Copito de Nieve, ante los ojos asombrados de millones de visitantes que
venían de todas partes a contemplarlo y se iban, al cabo de un rato, admirados,
aburridos y a menudo asqueados, perseguidos por la mirada esquiva, malévola, a
ratos desdeñosa y a ratos suplicante, de aquella criatura cuya extraña
morfología la había convertido, sin que mediara por su parte voluntad ni
esfuerzo, en una atracción única en el mundo, por la que nadie sentía piedad,
quizá porque él nunca esbozó un ademán que la inspirara.
-No reconocerás nada, tanto ha
cambiado todo. Y esto es sólo el principio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario