Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ESPAÑA 1976


El negociado del ying y el yang, Eduardo Mendoza, p. 252
Otro cambio, al que los medios de comunicación sólo se referían de soslayo, era el que se producía en la calle. Una vez más, Manuel Fraga Iribarne, que unos años atrás había acuñado el lema “España es diferente”, puso el dedo en la llaga al pronunciar otra frase igual de estúpida e igual de certera: “La calle es mía”. Después de circular durante un largo periodo con permiso de la autoridad, ahora los ciudadanos, al margen de la forma jurídica del Estado, del funcionamiento de la compleja maquinaria democrática y de los derechos y libertades fundamentales, querían apropiarse de la calle; no en un sentido abstracto, sino en un sentido literal: de las aceras, del asfalto, de los adoquines y de las farolas.
Yo salía todos los días de casa, sin rumbo ni propósito, simplemente porque se me caían encima las paredes y porque no quería seguir viendo la angustia pintada en el semblante de mi madre a causa de mi abatimiento. Entonces, vagando por los barrios, me topaba con frecuencia, en una plaza o un simple cruce de calles, con un mitin político, una asamblea vecinal, una función teatral o un baile. En el centro de la ciudad proliferaban las casetas de partidos recién fundados, donde cuatro jovencitos de ambos sexos reclamaban la atención de  los paseantes sobre extravagantes planes de acción destinados a subvertir el orden social y acabar con la autoridad, con la familia y con cualquier otra forma de coacción. Al caer la tarde pequeños grupos organizaban manifestaciones a las que no tardaban en sumarse tantos espontáneos que al final habían de intervenir las fuerzas del orden con su habitual contundencia. Gritos, carreras, empellones, golpes y algún tiro con balas de goma coronaban la fiesta. En un par de ocasiones me encontré corriendo sin saber hacia dónde ni por qué, y buscando refugio en un bar, donde me quedaba a tomar una cerveza y a contemplar la batahola a través de los cristales.

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