Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

TRIMALCION


SPQR, Mary Berad, p. 357
La historia de Roma a lo largo de este período es en muchos aspectos más conocida que cualquier otra etapa anterior. Durante estos siglos se construyeron la mayoría de los edificios antiguos más emblemáticos que todavía jalonan la ciudad de Roma: desde el Coliseo, erigido como lugar de entretenimiento popular en la década de los años 70 d. C., hasta el Panteón («Templo de todos los dioses»),. edificado cincuenta años después, bajo el reinado del emperador Adriano, y único templo antiguo en el que todavía podemos entrar y que conserva más o menos su estado original. Se salvó por su conversión en iglesia cristiana sin sufrir una reconstrucción indiscriminada. Incluso en el foro romano, centro de la ciudad vieja, donde se libraron las grandes batallas políticas de la República romana, gran parte de lo que vemos hoy sobre el suelo se construyó bajo los emperadores, no en la era de los Gracos, ni de Sila ni de Cicerón.
Sobre todo, hay muchos más testimonios del mundo de los dos primeros siglos de nuestra era, aunque no haya ningún otro individuo que destaque de forma tan detallada y vital como  Cicerón. La supervivencia de ingentes cantidades de literatura, poesía o historia, nada tiene que ver con la existencia de aquella clase de documentos ciceronianos, aunque sin duda hay volúmenes similares, y cada vez más variados. Aún tenemos biografías de chismes sobre emperadores; sátiras cínicas salidas de las plumas de Juvenal y de otros, que vierten desprecio por los prejuicios romanos; y novelas de extravagante inventiva, como el famoso Satiricón, escrita por Cayo Petronio Árbitro, antiguo amigo y más tarde víctima del emperador Nerón y llevada a la pantalla dos mil años después por Federico Fellini. Se trata de una historia obscena de un grupo de pícaros que viajan por el sur de Italia, y en la que aparecen orgías, posadas baratas con camas repletas de chinches y un memorable retrato -y parodia- de un rico y vulgar ex esclavo, Trimalción, que casi prestó su nombre a una novela clásica mucho más moderna: el título provisional de El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald era Trimalción en West Egg.

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