PRÓLOGO
La infancia del artista es uno de
los grandes temas de la novela del siglo xx. Constituye el eje de coordenadas
natural entre la Bildungsroman alemana -la tradicional novela de construcción
esencialmente romántica- y las tendencias psicologistas que catapultaron la
narración desde el espacio social en el que la había situado la novela realista
del XIX hasta el abismo de la subjetividad privada que investigó el siglo xx.
Algunos de los ilustres padres literarios de Rebecca West (como Henry James o
Flaubert, por nombrar sólo dos influencias reconocidas por ella) desarrollaron
una sofisticada estructura literaria para explicar hasta qué punto la
construcción de nuestros yoes está entreverada tanto de pulsiones personales
como de circunstancias familiares, sociales, políticas o hasta genéticas
conformando un abanico no siempre descifrable, ni siquiera para nosotros
mismos. No es de extrañar que obras como El corazón es un cazador solitario de
Carson McCullers, Las tribulaciones del estudiante Torless de Musil, Retrato
del artista adolescente de Joyce, La infancia de un jefe de Sartre, El diablo
de Marina Tsvietáieva o esta memorable La familia Aubrey de West tengan todas
algo en común a pesar de proceder de tradiciones tan distintas como el
realismo, el existencialismo, el pragmatismo, el psicoanálisis o la literatura
memorialística.
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