Quedándose sin gasolina, piensa
Conejo Angsttom mientras desde el ventanal polvoriento del verano de la sala de
exposición de la Springer Motors observa desfilar el tráfico por la Nacional
111, un tráfico algo ralo y escaso en comparación con el que solfa haber. El
puto mundo se está quedando sin gasolina. Pero a él no van a engancharle, no
mientras sus Toyotas sigan teniendo más bajo consumo por kilómetro, y un precio
de mantenimiento más barato que cualquier pedazo de chatarra que circula por
las carreteras. Lea la Guia del Consumidor, el número de abril. Basta con decir
eso a la gente que viene. Y vaya que si viene gente; se está poniendo
frenética, sabe que el gran viaje americano está terminando. La gasolina se ha
puesto a noventa y nueve punto nueve centavos el gaIón, y el noventa y nueve
por ciento de las gasolineras cierra los fines de semana. El gobernador de la
Commonwealth de Pennsylvania anda exigiendo un mínimo de compra de cinco
dólares para evitar que cunda el pánico. Y los camioneros que no consiguen
diesel disparan a sus propios camiones, hubo un incidente en el mismo Diamond
County, en la autopista de peaje de Pottsville. La gente está perdiendo la
cabeza, sus dólares no valen un centavo, se retrae como si ya no existiese un
mañana. Cuando adquieren un Toyota, él les dice que están convirtiendo sus
dólares en yens. Y se lo creen. Vendidos en los primeros cinco meses de 1979 ciento
doce vehiculos nuevos y de segunda mano, además de ocho Corollas, cinco
Coronas, incluyendo una camioneta del modelo de lujo y aquel Celica que Charlie
dijo que se parecia a un Pimpmobile descargado, en estas tres primeras semanas
de junio, a un promedio de beneficio bruto de ochocientos dólares por venta.
Conejo es rico.
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