Todo está perdonado, Rafael Reig, p. 63
Así es la esperanza, como una
cucaracha. La pisas y parece muerta, pero en cuanto le das la espalda empieza a
mover otra vez las patas. La espachurras hasta que se deshace y, en cuanto
vuelves con un papel para recoger los restos, la encuentras correteando por el
pasillo. Le echas insecticida y se contrae hasta que cierras el bote de espray:
en ton ces se pone a trepar por la pared.
Nunca te libras de la esperanza,
tiene el caparazón demasiado resistente, se alimenta de cualquier cosa, se
adapta a todos los medios, sabe defenderse de la agresión de la realidad o, al menos,
ponerse a cubierto hasta que escampe. En cuanto la casa se quede a oscuras,
volverá. Si cierras los ojos, aparecerá en silencio a tus pies. Si te tumbas en
la cama, tapado hasta las cejas, se arrastrará bajo el colchón.
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