El joven sin alma, Vicente Molina Foix, p. 322
Un maestro del que no fuiste
discípulo, el cineasta Joseph Losey, hablando un día ante otros conferenciantes
de un curso de verano en Santander, enseñó a distinguir las tres categorías del
bebedor, según la ciencia angloamericana de este negociado. Hay un hard
drinker, capaz de ingerir gran cantidad de alcohol en pocas horas, resistirlo
sin caer al suelo o hacer el mico, y capaz, con todo el alcohol del mundo dentro
del cuerpo, de volver a casa sin perder el rumbo, al volante de un coche de
cinco puertas. Uno así conociste tú.
El hard drinker no tiene las
exigencias del serious drinker, que forma la segunda categoría. El hard drinker
se lo bebe todo cuando no queda en casa nada mejor o en los bares abiertos a
altas horas solo sirven cerveza en cartones o vodka estonio perfumado al fruto
de la pasión. El serious drinker, por el contrario, pone mucha atención en lo
que bebe, y busca marcas de graduación precisa, de destilación artesana y
procedencia, en el caso de los whiskies de malta, de las islas más escabrosas
del Mar del Norte. El serious drinker no mezcla los alcoholes con gaseosas, ni
les pone dados de hielo, evitando la gama de la coctelería limonada y ridiculizando
el mero concepto de que puede haber aguas tónicas de gourmet. Pese a sus
cautelas también bebe mucho, sin embriagarse.
Tú estarías en la tercera
categoría, la del steady drinker, un metódico de la bebida que no desdeña nada,
un curioso, un circunspecto. El steady drinker es un bebedor estable, y por eso
un tanto maniático. Tu manía, ahora la estamnos viendo, es la colección de
aguardientes mundiales, dentro de la cual mi cámara-ojo ha descubierto que este
hombre tan desmañado se ha dedicado en los últimos años a la maceración individual.
En un altillo de mampostería hemos localizado una bodega oculta a la mirada del
hombre, con seis frascas de vidrio grueso, sin pegatina de marca, de un líquido
granate en el que flotan, como pequeños orbes espaciales de un Kubrick
metafísico, las endrinas del pacharán casero que el inquilino confecciona y
bebe en poca cantidad todas las noches, sin darle a su licor salida comercial.
(En laimagen Días sin huella de Billy Wilder)
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