16 de marzo
Estaba cenando la otra noche en
el Ritz con un caballero amigo mío quien me dijo que, si cogía papel y lápiz y
me ponía a escribir mis pensamientos, saldría un buen libro. Me entraron ganas
de reír, porque lo que realmente saldría sería toda una enciclopedia. Y es que prácticamente
me paso el día entero pensando. Es mi diversión favorita y a veces me paso
horas en las que parece que no hago nada pero en que no dejo de pensar. El caso
es que ese caballero dijo que una chica con cerebro debería usarlo para algo
más que para pensar. Y dijo que sabía mucho de cerebros porque es senador y se
pasa la vida en Washington y no se le escapa jamás un buen cerebro. La cosa
podía haber quedado ahí, pero esta mañana me envió un libro. Y cuando mi
doncella me lo trajo, le dije: «Bueno, Lulú, un libro más, y aún no hemos leído
ni la mitad de los que ya tenemos”. Pero cuando lo abrí y vi que estaba en
blanco, me acordé de lo que había dicho mi amigo el caballero y me di cuenta de
que era un diario. Por eso estoy aquí escribiendo un libro en vez de leer otro.
Estamos a 16 de marzo, así que es
muy tarde para empezar en enero, pero da igual porque mi amigo el caballero, el
señor Eisman, estuvo en la ciudad prácticamente todo enero y febrero, y todos
sus días en la ciudad son iguales.
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