Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 898. TIEMPOS ROMANTICOS / VLADIMIR NABOKOV

Por extraño que parezca, Edelweiss, el abuelo de Martin, era suizo: un suizo robusto, de poblado bigote, que hacia 186o había sido tutor de los hijos de un terrateniente de San Petersburgo, llamado Indrikov, y se había casado con la menor de sus hijas. Al principio Martín creía que la blanca y aterciopelada flor alpina, esa niña -mimada de los herbarios, llevaba el nombre en honor a su abuelo. Incluso tiempo después no pudo abandonar totalmente esta idea. Recordaba a su abuelo claramente, pero sólo de un modo y en una sola posición: como un viejo corpulento, totalmente vestido de blanco, con tupidas patillas, sombrero de jipijapa y chaleco de piqué adornado con dijes (el más atractivo era una daga del tamaño de una uña), sentado en un banco delante de su casa, bajo la sombra inquieta de un tilo. Había muerto en ese mismo banco, sosteniendo en la palma de la mano su querido reloj de oro, cuya tapa parecía un pequeño espejo. Lo había sorprendido un ataque de apoplejía en aquel gesto circunstancial y, según la leyenda familiar, las manecillas se habían detenido en el mismo momento que su corazón.

Durante varios años, el recuerdo del abuelo Edelweiss se conservó en un grueso álbum con cubiertas de cuero; en su época las fotografías eran de buen gusto, de elaborada preparación. La operación era algo muy serio; el paciente debía estar inmóvil un largo tiempo y esperar a que le permitieran sonreír, en el momento de la instantánea. 

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