8 de noviembre de 1907
Lo peor de que le dictasen era la
espera.
-Y entonces se descubrió
levantando la vista cual ...
Mientras aguardaba, Frieda Wroth
observó cómo la ancha espalda se desplazaba a un extremo de la habitación, daba
media vuelta y reanudaba su lento avance hacia el otro extremo. Reflexionó,
aunque no por primera vez, sobre lo irónico de su situación: transcribir,
mediante hábiles dedos, los efluvios de un escritor, célebre por su comprensión
a la hora de plasmar unas vidas tan insustanciales como la suya propia. Sin
embargo, probablemente el señor James nunca se había percatado de aquella sutil
ironía; tenía un oído prodigioso para captar la amortiguada cadencia de desesperación que
resonaba en las oscuras relaciones de sus personajes, pero de ella, según
parecía, sólo esperaba una atención escrupulosa y una jovial presteza para contribuir,
de forma meramente mecánica, al lento proceder
de sus invenciones y reflexiones.
Cuando se presentó para optar a
aquel empleo, no habría imaginado que la tratarían como un simple e inadvertido
accesorio de la Remington que tecleaba. No se trataba de sus condiciones
laborales, que eran todo lo inmejorables que él era capaz de concebir, sino de
las connotaciones metafísicas de su identidad como mecanógrafa.
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