La mecanógrafa de Henry James, p. 205
Ya habían aparecido suficientes
volúmenes de las obras completas del señor James para que él empezara a palpar el
aprecio de su público a través del incremento de sus derechos de autor. Como
Frieda sabía mejor que nadie, había invertido una considerable cantidad de
dinero y esfuerzo en una revisión meticulosa de casi toda su obra, siguiendo el
mejor criterio adquirido a lo largo de los casi cuarenta años que habían
transcurrido desde la publicación de su primera novela. No todos consideraban
que estas revisiones constituyeran una mejora. La propia Frieda pensaba que
presentar al mundo un producto revisado, como si procediese de su inspiración
inicial, era tan poco honesto que rayaba en el fraude. Era consciente de que
las intenciones del señor James no tenían nada de engañosas, pues en el prólogo
de cada obra reflexionaba extensamente sobre el propio proceso de revisión;
pero ella opinaba que cuando una novela había echado a andar por el mundo, era
conveniente no someterla al cambio radical que suponían muchas de aquellas
revisiones.
Naturalmente, el escritor no era
de ese parecer, pues él aguardaba expectante la aprobación por parte de la
crítica, que creía merecer tras el ímprobo esfuerzo que representaba aquella
edición de sus obras completas. No obstante, la repercusión de sus primeros
libros había sido escasa, salvo las muestras de gratitud y admiración por parte
de algunos elegidos a quienes el escritor había obsequiado con costosos
ejemplares. Frieda sabía que al señor James le preocupaba ese tema, y cuando a
principios de octubre, después de leer la correspondencia de la mañana, le
confesó que se sentía demasiado indispuesto para dictar, supuso que había
recibido malas noticias de la nueva edición.
-No es nada que deba preocuparla,
querida. Se trata de una indisposición más espiritual que física, pero hasta tal
punto ocupa mis pensamientos que no puedo atender mi obra como debería. Me hará
un inmenso favor si mecanografía las pruebas corregidas de La copa dorada,
mientras traslado mi dolorida cabeza a una habitación en penumbra.
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