-Sí, y va a ser condenadamente
bueno, me temo ... –dijo el señor Mybug-. Será un estudio psicológico, desde
luego, y dispongo de un montón de
material nuevo, incluidas tres cartas que Branwell Brontë le escribió a una da
anciana que tenía en Irlanda, la señora Prunty, durante el período en el cual
estaba trabajando en Cumbres borrascosas.
Observó fijamente a Flora para
ver si reaccionaba con una carcajada o con una mirada de asombro indecible,
pero la expresión amable y curiosa en el rostro de Flora no se mudó en absoluto,
así que tuvo que explicarse.
-Verá ... Es obvio que ese libro
es de Branwell y no de Emily. Ninguna mujer podría haber escrito una cosa tan buena.
Esto es cosas de hombres ... He formulado una teoría sobre su alcoholismo,
también ... Verá: él realmente no era un borracho. Era un genio absoluto, una
especie de segundo Chatterton … y sus
hermanas lo odiaban precisamente por su genialidad.
-Creía que la mayoría de los
documentos de la época decían que sus hermanas lo adoraban -dijo Flora, que
estaba encantada de mantener una conversación alejada de las cuestiones personales.
-Ya lo sé ... ya lo sé. Pero eso
eran sólo argucias de las hermanas. Verá usted: a ellas las devoraban los celos
de su brillante hermano, pero temían que si lo demostraban claramente, él se
iría a Londres para siempre y se llevaría los manuscritos. Y ellas no querían
que hiciera eso porque aquello arruinaría su pequeño jueguecito.
-¿Qué jueguecito? - preguntó
Flora, intentando con alguna dificultad imaginar a Charlotte, Emily y Anne
embarcadas en algo parecido a un “jueguecito”.
-Hacer pasar los manuscritos de
su hermano por suyos, naturalmente. Querían tenerlo bien atado, para poder
robarle su obra y venderla para comprar más bebida.
-¿Más bebida? ¿Para quién ... ?
¿Para Branwell?
-No ... ¡para ellas! Todas ellas
eran unas borrachas, pero Anne era la peor del grupo. Branwell, que la adoraba,
solía fingir que se emborrachaba en el Black Bull sólo para conseguir ginebra
para Anne. El propietario no se la entregaría si Branwell no se hubiera
granjeado previamente aquella falsa reputación como borracho brillante,
impenitente y holgazán ... Y sólo Dios sabe con cuánta devoción se entregó a
conseguir esa reputación. El propietario estaba orgulloso de tener siempre al
señor Brome en su taberna; atraía clientes al establecimiento, y Branwell podía
conseguir ginebra para Anne al punto ... Tanta como quisiera Anne. En secreto,
él trabajó durante doce horas diarias
escribiendo Shirlry y Villette .. . y, por supuesto, Cumbres borrascosas. He
demostrado rodo esto a partir de las pruebas que me han proporcionado las tres
cartas que envió a la anciana señora Prunty.
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