De Sumisión de Michel Houellebecq, p.91
Bruno y Annelise seguramente
estarían divorciados, así eran las cosas en la actualidad; un siglo antes, en
la época de Huysmans, hubieran permanecido juntos y quizá no habrían sido tan
desgraciados, a fin de cuentas. Al llegar a mi casa me serví una buena copa de
vino y me sumergí en En familia, la recordaba como una de las mejores novelas
de Huysmans y de inmediato recuperé el placer de la lectura milagrosamente
intacto, después de veinte años también en este caso. Tal vez nunca se había
expresado con semejante dulzura la tibia felicidad de las parejas viejas:
«André y Jeanne pronto no tuvieron más que beatas ternuras, maternales
satisfacciones durmiendo juntos algunas veces, tumbándose simplemente para
estar uno aliado del otro, para charlar antes de volverse de espaldas y
dormirse.» Era bonito, pero ¿era verosímil? ¿Era un horizonte factible hoy? A
todas luces estaba ligado a los placeres de la mesa: «La glotonería se había
introducido en ellos como un nuevo interés, aportado por la creciente ausencia
de curiosidad de sus sentidos, como una pasión de sacerdotes que, privados de placeres carnales, relinchan ante
manjares delicados y vinos añejos.» Ciertamente, en la época en que la mujer compraba
y pelaba ella misma la verdura, preparaba las carnes y cocía a fuego lento los
estofados durante horas, podía desarrollarse una relación tierna y alimenticia
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