En 1972 una íntima amiga mía tuvo
problemas con la ley. Vivía aquel año en una aldea de Irlanda, no muy lejos de
la ciudad de Sligo. Yo había ido a verla por aquel entonces, el día que un policía
de paisano se presentó en la casa con una citación del juzgado. Las acusaciones
eran lo suficientemente serias como para requerir un abogado. Mi amiga pidió
información, le recomendaron un nombre,
y a la mañana siguiente fuimos en bicicleta a la ciudad para reunirnos y hablar
del asunto con aquella persona. Con gran asombro por mi parte, trabajaba en un
bufete de abogados llamado Argue & Phibbs.
Ésta es una historia verdadera.
Si alguien lo duda, lo reto a que visite Sligo y compruebe por sí mismo si me
la he inventado. Llevo veinte años riéndome con esos apellidos y, aunque puedo probar
que Argue & Phibbs existían de verdad, el hecho de que los dos apellidos
hubieran sido emparejados (para formar el chiste más ingenioso, la sátira más
certera contra la abogacía) es algo que todavía me parece increíble.
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