Primer amor, últimos ritos de Ian McEwan, p. 26
Casi lo único que escribo es lo
que Maisie me ha dicho y lo que yo le he dicho a Maisie. A veces, para mayor
intimidad, me encierro en el cuarto de baño, me siento en el retrete y apoyo el
cuaderno en las rodillas. Aparte de mí, en el cuarto de baño hay de vez en
cuando una o dos arañas. Suben por la tubería de desagüe y se agazapan,
completamente inmóviles, sobre el esmalte blanco y reluciente. Deben
preguntarse dónde han ido a parar. Después de pasarse unas cuantas horas
agazapadas regresan, perplejas, o quizás decepcionadas de no haber podido saber más. Que yo sepa, mi bisabuelo sólo
se refirió en una ocasión a las arañas. El 8 de mayo de 1906 escribió: “Bismarck
es una araña”.
Por la tarde, Maisie solía
traerme el té y contarme sus pesadillas.
-¿Te puedo contar lo que he soñado?
-preguntó--. Estaba pilotando un avión por encima de una especie de desierto
...
-Luego me lo cuentas, Maisie
-dije yo-. Estoy en mitad de algo. -Cuando se fue, me puse a contemplar la
pared situada frente a mi escritorio y pensé en M., que durante quince años
vino regularmente a cenar y charlar con mi bisabuelo, hasta que una noche del
año 1898 desapareció súbitamente y sin explicación. M, quienquiera que fuese,
tenia algo de académico, no sólo de hombre de acción. La noche del 9 de agosto
de 1870, por ejemplo, hablando con mi bisabuelo sobre las diversas posturas
para hacer d amor, M le dice que la copulación a posteriori es la forma más natural, debido a
la posición del clítoris y porque otros antropoides prefieren este método. Mi
bisabuelo, que había copulado una media docena de veces en toda su vida, todas
ellas con Alicia y durante su primer año de matrimonio, se preguntó en voz alta
cual sería la opinión de la Iglesia, y M supo decirle que Teodoro, teólogo del
siglo VII, consideraba la copulación a posteriori como un pecado comparable a
la masturbación y merecedor, en
consecuencia, de cuarenta penitencias. Más avanzada la misma noche, mi
bisabuelo aportó pruebas matemáticas de que el número máximo de posiciones no
puede exceder el número primo diecisiete. M se rió y le dijo que había visto
una colección de dibujos de Romano, un discípulo de Rafael, donde se mostraban veinticuatro
posiciones. Además, dijo, había oído hablar de un tal F. K. Forberg que relacionaba
noventa. Cuando me acordé del té que Maisie había dejado a mi lado, ya se había
enfriado.
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