De La rubia de ojos negros, de Benjamin Black, p.201
Cuando era joven, hará un par de
milenios, creía saber lo que hacía. Era consciente del carácter caprichoso del
mundo, de cómo se divierte con nuestras esperanzas y nuestros deseos; pero en
lo relativo a mis propias acciones, estaba convencido de que era yo, erguido en
el asiento del conductor, quien manejaba el volante con las dos manos. Ahora sé
que no es así. Ahora sé que las decisiones que creemos tomar solo parecen tal
en retrospectiva y que, cuando las cosas suceden, en realidad tan solo nos
dejamos llevar. No me inquieta demasiado ser consciente del escaso control que
tengo sobre mi vida. En general, me satisface dejarme arrastrar por la
corriente, con las manos dentro del agua para pescar los bichos raros. Sin
embargo, hay ocasiones en que desearía haber hecho el esfuerzo de pensar a
largo plazo para calcular las consecuencias de mis actos.
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