Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

VIDAS RUSAS

De Años de James Salter, p. 75 (Muchnik)
Su vida de pareja era dos cosas: era una vida, más o menos --como mínimo era la preparación para una vida-, y era una ilustración de la vida para sus hijas. Nunca se lo habían expresado mutuamente, pero estaban de acuerdo a este respecto, y las dos versiones de la vida se entreveraban de tal forma que cuando una de ellas estaba escondida la otra se  manifestaba. Querían que sus hijas, en aquellos años, tuvieran lo imposible, no en el sentido de lo inalcanzable, sino en el sentido de lo puro.
Los hijos son nuestra cosecha, nuestro cultivo, nuestra tierra. Son pájaros a los que se da suelta en la oscuridad. Son errores renovados. Pero son la única fuente de la que puede extraerse una vida más cumplida, más lúcida que la nuestra. De un modo u otro harán una cosa, irán un paso más lejos, verán la cima. Creemos en ello, en el resplandor que despide el futuro, los días que no veremos. Los hijos deben vivir, deben triunfar. Los hijos tienen que morir; es una idea que no podemos aceptar.

No hay felicidad como esta dicha: mañanas apacibles, la luz del río, el fin de semana por delante. Vivían una vida rusa, una vida fecunda, entrelazada, en la que un infortunio de  uno de los miembros, un fracaso, una enfermedad, rompería el equilibrio de todos. Aquella vida era como una prenda de vestir. Su belleza estaba fuera, su calor dentro. 

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