Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 390. CATALANES TODOS / JAVIER PEREZ ANDUJAR

Cuando ruge la marabunta
 Primero oyó la detonación. Luego vio salir el humo de la pistola. Y al final le cegó el resplandor. Pero si el jefe de los tradicionalistas de Badalona, Luis Humet, hubiese sobrevivido a ese disparo, habría dicho que fue al revés de como lo contaba el patrullero. Luis Humet hubiera asegurado que antes de todo vio un resplandor, que luego se quedó envuelto en un humo blanco y que finalmente oyó el estruendo. A Luis Humet ya   habían  querido matarlo en otra ocasión, cuando las elecciones del 16 de febrero, pero entonces le salvaron el pellejo la Guardia Civil y unos militantes de la Lliga Regionalista.

A quien pasearon fue al industrial Salvador Ribó Arabia. Lo llevaron engañado desde su casa de veraneo del Masnou hasta la misma puerta de su fábrica. Y allí, al bajar del coche, se le   echaron encima como lobos y se lo cargaron a tiros. La patrulla revolucionaria que lo asesinó estaba formada por el comité de empresa de la fábrica. De José Doménech Silvestre nunca encontraron el cadáver, y por eso se cree que lo incineraron en el horno crematorio de la checa de Sant Elies, en la parte alta de Barcelona. Algunos piensan que lo echaron vivo. Lo que sí apareció, sin embargo, fue el cuerpo de su hermano Santiago. Y también el del capellán del cementerio, José Riera Codina. Este tenía un disparo en cada ojo. A los curas les echaban unas monedas en las ingles: si cruzaban las piernas es que eran hombres, si las abrían eran mujeres. Esa era la broma. Al marqués de Barberá le saquearon la torre y luego le metieron fuego al edificio. Pero a él no le pillaron.

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