Cuando ruge la marabunta
Primero
oyó la detonación. Luego vio salir el humo de la pistola. Y al final le cegó el
resplandor. Pero si el jefe de los tradicionalistas de Badalona, Luis Humet,
hubiese sobrevivido a ese disparo, habría dicho que fue al revés de como lo
contaba el patrullero. Luis Humet hubiera asegurado que antes de todo vio un
resplandor, que luego se quedó envuelto en un humo blanco y que finalmente oyó
el estruendo. A Luis Humet ya habían querido matarlo en otra ocasión, cuando las
elecciones del 16 de febrero, pero entonces le salvaron el pellejo la Guardia Civil
y unos militantes de la Lliga Regionalista.
A quien pasearon fue al
industrial Salvador Ribó Arabia. Lo llevaron engañado desde su casa de veraneo
del Masnou hasta la misma puerta de su fábrica. Y allí, al bajar del coche, se
le echaron encima como lobos y se lo
cargaron a tiros. La patrulla revolucionaria que lo asesinó estaba formada por
el comité de empresa de la fábrica. De José Doménech Silvestre nunca
encontraron el cadáver, y por eso se cree que lo incineraron en el horno
crematorio de la checa de Sant Elies, en la parte alta de Barcelona. Algunos
piensan que lo echaron vivo. Lo que sí apareció, sin embargo, fue el cuerpo de
su hermano Santiago. Y también el del capellán del cementerio, José Riera
Codina. Este tenía un disparo en cada ojo. A los curas les echaban unas monedas
en las ingles: si cruzaban las piernas es que eran hombres, si las abrían eran mujeres.
Esa era la broma. Al marqués de Barberá le saquearon la torre y luego le
metieron fuego al edificio. Pero a él no le pillaron.
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