De Las desventuras del joven Werther de Goethe, p. 145 (Cátedra)
24 de noviembre
Ella se da cuenta de lo que
sufro. Hoy mismo ha atravesado mi corazón con su mirada. La encontré sola. Yo
callaba y ella me miraba fijamente. Y ya no veía en ella la graciosa belleza,
ni el fulgor de su talento certero, todo había desaparecido ante mis ojos. Otra
mirada mucho más sublime, llena de expresión, del interés mis entrañable y de
la más dulce compasión actuaba sobre mi. ¿Por qué no me estaba permitido arrojarme
a sus pies? ¿Por qué no podía contestarle
abrazándola y dándole mil besos? Ella buscó refugio en el piano y cantó con voz
dulce y suave acompañándose de armónicos acordes. Jamás había visto sus labios
tan adorables, parecía que al temblar se abrían para aspirar aquellas dulces
notas que salían del instrumento y sólo el eco misterioso resonara en ellos al
salir de su pura boca. ¡Si pudiera expresarte lo que sentía! - No pude resistir
más tiempo, me incliné y juré: jamás osaré estampar un beso en vosotros, labios,
en los que flotan los espíritus celestiales ... y, sin embargo ... quiero ...
¡Ah!, ¿lo ves?, ante mi alma se alza como una muralla ... esta felicidad ... y
después morir para expiar este pecado ... ¿Pecado?
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