De Una vida absolutamente maravillosa, de E.Vila-Matas, 485
«Estoy en la plataforma de un tranvía
y me siento totalmente inseguro con respecto a Ia posición que ocupo en este
mundo, en esta ciudad, en el seno de mi familia», escribió en «EJ pasajero»,
prosa breve de Contemplación. En esos días, Kafka ni siquiera se sentía capaz
de justificar que hacia allí en aquella plataforma, sujeto de aquella correa,
dejándose llevar por el tranvia. Pero ya también en esos días Kafka era
implacable. Con una muchacha, por ejemplo, que se instala junto a la escalerilla,
lista para bajar del tranvía. «Se me muestra tan nítida como si Ia hubiera
palpado ( ... ) Su orejita está muy pegada a Ia cabeza, pero como estoy cerca, veo
toda Ia parte posterior del pabellón derecho y la sombra en la raíz», escribe.
Y termina preguntándose cómo es que la muchacha no se asombra de si misma y
mantiene Ia boca cerrada sin decir nada.
Todo eso ocurrió en los años de
las Iecturas decisivas, en los años de las incertidumbres repartidas par las
plataformas de todos los tranvias. Durante un tiempo, el matrimonio Nabokov, en
el Berlin de 1922, subió al mismo tranvia que tomaba Kafka, el Berlfn- Litchterfelde.
Nunca Ie hablaron porque no sabían que era él, pero Vera Nabokov siempre dijo
recordar “aquella cara, su palidez, Ia tirantez de Ia piel, aquellos ojos tan extraordinarios,
ojos hipnóticos resplandeciendo en una cueva”.
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