Cuando le pregunté a Inga por el artículo de la revista Inside Gotham, me respondió que no había salido y que es peraba que lo hubiesen tirado a la papelera.
—Estoy segura de que mis ideas no les interesaban en absoluto y puede que no hayan conseguido sacarle nada suculento a las otras personas, así que igual no lo publican...
por aburrido. Aunque tiene su gracia, porque en mi libro intento explicar cómo convertir nuestras percepciones en historias, con su exposición, nudo y desenlace, cómo los fragmentos de nuestros recuerdos no cobran coherencia hasta que los reimaginamos y los pasamos a palabras. El tiempo es una propiedad del lenguaje, de la sintaxis y de las
formas verbales. Ya sé que a esa mujer no le interesa la relación entre conciencia y realidad. Que la filosofía le importa un bledo. Es más, esa clase de periodistas están convencidos de que se puede escribir la verdadera historia de algo o de alguien, la verdad objetiva, o, si no, reflejar las dos caras de esa verdad, como si el mundo estuviese siempre dividido en dos. Aparte de que en Estados Unidos el término realidad se ha convertido en sinónimo de lo más bajo y sórdido. Nos hemos vuelto unos maniáticos de las historias verdaderas; del «confesarlo todo»; del reality show televisivo que nos muestra a gente real viviendo una vida real; de los programas de entretenimiento que muestran las bodas, los divorcios y las adicciones de los famosos: una versión actualizada de las antiguas ejecuciones en la horca. El gentío se agolpa para observar boquiabierto. —Inga hizo una pausa tras el discurso—. ¿Sabes a quién me recordó?
Elegía para un americano / Siri Hustvedt, p.69
1 comentario:
Te he dejado tres comentarios en la entrada del pérfido Calasso y estoy esperando tu respuesta. B.
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