Una vez, un joven hombre que había adoptado el tocado viril, fue a cazar en las tierras que poseía en la aldea de Kasugam cercana a la capital, Nara. En esa aldea vivían dos hermanas jóvenes y bonitas. El hombre las contempló a través de una abertura en el cercado. Como ese descubrimiento era imprevisto en esa vieja aldea de su infancia, su corazón quedó turbado. Cortó un trozo de su veste de caza y en él escribió un poema. La tela de su traje estaba estampada de helechos.
Del malva de los helechos
de la landa de Kasuga
Pintada es mi veste de caza
Sus tallos se entrelazan al extermo
Tal los sentimientos que me turban
Así era el poema que les envió sin tardanza. Ellas debieron hallarlo muy apropiado, pues recordaba el célebre:
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