El Congo. Imaginemos una superficie tan grande como Inglaterra, Francia y España juntas. Imaginemos, ahora, toda esa superficie cubierta por árboles de entre seis y sesenta metros de altura. Y, bajo los árboles, nada.
¿Por qué vuelvo a escribir el mismo libro, la misma historia? Hace más de sesenta años que lo escribí por primera vez. En su momento hizo ruido, recibió elogios, le llovieron
todas las bendiciones.
Ayer, después de tanto tiempo, volví a leerlo. Yo era el autor. Sin embargo, no me reconocía en el muchacho que lo había escrito. Aquellas páginas habían cruzado el tiempo, todo mi tiempo. Pero no llegaban hasta mí.
¿Por qué debería explicar de nuevo la misma historia, escribir el mismo libro? ¿Por ella? No lo sé. Quizá por algo aún más grande que ella.
Cuando todo acabó le hice un poema.
Amada Amgam:
El Congo. Un océano verde. Y, bajo los árboles, nada
Tú: niebla bajo tierra.
Yo: topo sin alas.
Entre tú y yo: todas las piedras del mundo.
Demasiado visto:
Winchester&Smith&Wenson,
confitura de ojos
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