El club de lectura de David Bowie, p. 79
Seguramente las columnas de
Lebowitz entrarían dentro de la categoría de «ocio», aunque diciendo esto no
pretendo en absoluto menoscabar su valor. Por una parte, porque son
desternillantes. Y por la otra, porque son cápsulas del tiempo de la antigua Nueva
York; la de antes de la gentrificación y del sida. La Nueva York artística,
sexy e intelectual de Studio 54 y Max's Kansas City, de Robert Mapplethorpe y
Susan Sontag. Y no es que Lebowitz cometa la vulgaridad de aludir directamente
a estas personas o lugares. Ella habla de la mentalidad urbana y de cómo, para
sobrevivir en la ciudad, tienes que afilarla hasta cierto punto.
Y resulta que las mejores
herramientas para conseguirlo son el sarcasmo y la ironía. Por ejemplo, si
quieres alquilar tu piso, ella establece que la proporción mínima aceptable
entre el número de cucarachas y el
número de inquilinos sea de cuatro mil a uno. Furiosa por la costumbre iniciada
por el informe Rapkin de utilizar abreviaciones silábicas para describir áreas concretas
de la ciudad como, por ejemplo, SoHo o TriBeCa, ella propone una más:
NoTifSoSher (North ofTiffany's, South of the Sherry-Netherland ['al norte de
Tiffany's y al sur del SherryNetherland']). Y luego están sus deslumbrantes
aforismos a loDorothy Parker: «Dormir es como morir, pero sin la
responsabilidad ». «Para mí, salir a la naturaleza es recorrer el espacio que
te lleva de tu apartamento al taxi».
Y, por debajo, recorriéndolo todo
como una corriente subterránea, hay un amor feroz por Nueva York; un amor que también
Bowie compartía. Que, de hecho, anidó en él desde laprimera vez que visitara la
ciudad, en enero de 1971, atendiendo a la invitación de Mercury Records, que
estaba a punto de lanzar The Man Who Sold The World en los Estados U nidos. Se pavoneó
por Manhattan con su «vestido de hombre» diseñado por Mr. Fish y su melena a lo
Veronica Lake que le bajaba en ondas hasta los hombros. Invitó a comer a
Moondog, el poeta y músico callejero ciego que solía frecuentar, disfrazado de
vikingo, la esquina de la calle Cincuenta y cuatro Oeste con la Sexta Avenida.
Y vio tocar en directo a la Velvet Underground, su grupo favorito, en la
discoteca Electric Circus del East Village. Impresionado por la actuación,
Bowie se acercó al backstage después a felicitar a Lou Reed y decirle lo
geniales que le parecían sus canciones. Se pasaron un buen rato charlando
amigablemente. Solo después se daría cuenta Bowie de que Lou Reed había dejado el
grupo el verano anterior y de que había dirigido sus entusiastas elogios al
bajista Doug Yule, al que la banda había ascendido rápidamente.
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