Dedicatoria
La ciencia melancólica de la que
ofrezco a mi amigo algunos fragmentos, se refiere a un ámbito que desde tiempos
inmemoriales se consideró el propio de la filosofía, pero que desde la transformación
de ésta en método cayó en la irreverencia intelectual, en la arbitrariedad
sentenciosa y, al final, en el olvido: la doctrina de la vida recta. Lo que en
un tiempo fue para los filósofos la vida, se ha convertido en la esfera de lo
privado, y aun después simplemente del consumo, que como apéndice del proceso material
de la producción se desliza con éste sin autonomía y sin sustancia propia.
Quien quiera conocer la verdad sobre la vida inmediata tendrá que estudiar su
forma alienada, los poderes objetivos que determinan la existencia individual
hasta en sus zonas más ocultas. Quien habla con inmediatez de lo inmediato apenas
se comporta de manera diferente a la de aquellos escritores de novelas que
adornan a sus marionetas con imitaciones de las pasiones de otros tiempos cual
alhajas baratas y hacen actuar a personajes que no son nada más que piezas de
la maquinaria como si aún pudieran obrar como sujetos y como si algo dependiera
de sus acciones. La visión de la vida ha devenido en la ideología que crea la
ilusión de que ya no hay vida.
Pero una relación entre la vida y
la producción que reduce realmente aquélla a un fenómeno efímero de ésta es
completamente anormal. El medio y el fin invierten sus papeles. Todavía no se
ha eliminado totalmente de la vida la idea de un absurdo quid pro quo. La
esencia reducida y degradada se resiste tenazmente a su encantamiento de
fachada.
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