Historias del Ampurdán, Josep Pla, p.8
A media mañana hemos tenido que
encerrarnos en casa otra vez. Se ha puesto a llover más fuerte. La gente dice
que esta lluvia es muy buena y que nacerán setas. La mejor es la que llaman ou de reig y se encuentra en los
alcornocales. Posee una carne tierna, gruesa, viscosa. Es excelente a la
parrilla. La acuosidad densa de la atmósfera, que presta morosidad al cuerpo y
al pensamiento, es propicia a la aparición de setas y a su germinación rápida.
A los marineros no les dice nada
este tiempo. De todos modos, les gusta tener un pretexto para estarse todo el
día en el café jugando a los naipes o para permanecer semitumbados bajo los
porches viendo caer las burbujas de la lluvia sobre el mar. Para un marinero,
la pereza es una cosa sólida, dulce y suave. En realidad, la somnolencia
producida por el aburrimiento bien administrado es su ideal.
Yo creo que este estado de ánimo
del hombre de mar ante las cosas es un estado realmente superior. Cuando un
hombre llega a uno de estos pueblecitos, la falta de pretextos para matar rápidamente
el tiempo produce un estado de exasperación, una tensión nerviosa qué, vista
desde fuera, debe parecer grotesca. Después, el hombre entra en una fase de
morbosa añoranza que ataca los músculos del movimiento y produce una gran
pereza, haciendo desear vivir en una posición horizontal. Pero luego se
reacciona -yo conozco todas las delicias de ese estado- y se encuentra
entretenimiento en la cosa más nimia. El cansancio producido por este
entretenimiento con cualquier pequeñez es delicioso, paradisíaco. El tedio,
cristianamente aceptado, es inefable.
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