Fin, KO Knausgard, p. 40
Como Hilter escribe más tarde,
cuando discute el problema de un fuerte aumento de la población:
“En cuanto a la Naturaleza,
liberando la generación, somete, entre tanto, la conservación de la especie a
una prueba de las más severas, escogiendo dentro de un gran número de
individuos los que juzga mejores, y sólo a éstos preserva para la perpetuación
de la especie; el hombre limita la procreación y se esfuerza denodadamente para
que cada ser, una vez nacido, se conserve a cualquier precio. Esta corrección de
la voluntad divina le parece ser tan sabia como humana, y él se alegra más de
una vez por haber sobrepujado a la Naturaleza y hasta haber demostrado la
insuficiencia de la misma. Y el hijo de Adán no quiere ver ni oír hablar que,
en realidad, el número es limitado, pero a costa del abatimiento del individuo.
Siendo limitada la procreación, por disminución del número de nacimientos,
sobreviene, en lugar de la natural lucha por la vida (que sólo deja en pie al
más fuerte y al más sano), como lógica consecuencia, el prurito de ''salvar)) a todo trance
también al débil y hasta al enfermo, cimentando el germen de una progenie que
irá degenerando progresivamente, mientras persista ese escarnio de la
Naturaleza y sus leyes.”
Aquí el ser humano es visto como
un número. El número de personas es la fuerza decisiva y reinante, lo que
expresa la voluntad de la naturaleza, que equivale a la voluntad divina, y el
individuo sin nombre que sucumbe al hambre o la enfermedad no tiene el derecho a
la vida. Mantener con vida a esa clase de individuos es “humano”, es decir, va en
contra de la naturaleza. Esta perspectiva no era exclusiva de Hitler, imperaba
por todas partes en su época, y no habría sido posible sin Darwin y su libro
tan inauditamente influyente El origen de las especies, en el que todos los seres vivos eran
considerados bajo la misma perspectiva, lo evolutivo, esa enorme fuerza que a
través de unas sencillas leyes ha conducido la vida desde su punto de partida
unicelular en el mar universal hasta la complejidad del ser humano. El más apto
sigue viviendo, de esa manera se reparten constantemente las cualidades que favorecen
la vida, y como la vida es una lucha continua, los más aptos son a menudo los
más fuertes, y esa idea, transmitida a lo social y lo que tiene que ver con la
civilización, constituye uno de los pilares de Mi lucha, una de las
irrevocables premisas de las que sale el resto de la ideología.
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