¿Cómo se las arregla lady
Marchmain? Es uno de los grandes interrogantes de la época. ¿La has visto? Muy,
muy hermosa. Nada artificial: nada más que su cabello empieza a volverse gris
en elegantes mechones plateados. Nada de carmín. Muy pálida, unos ojos enormes:
es extraordinario lo grandes que parecen
y que tenga los párpados cubiertos de venas azules, pues cualquier otra persona
les habría aplicado un toquecito de pintura. Perlas y algunas grandes alhajas
en forma de estrella, objetos de herencia engastados en antiguas monturas, y
una voz tan suave como una oración e igualmente poderosa. Lord Marchmain ...
bueno, algo entrado en carnes quizá,
pero muy atractivo, un magnífico sibarita, byroniano, aburrido, de una
indolencia contagiosa, todo lo contrario del tipo de hombre a quien uno imagina
fácilmente humillado. Y aquella monja de Reinhardt le ha destrozado totalmente,
querido. No se atreve a asomar su enorme cara morada por ninguna parte. Es el
último caso auténtico e histórico de alguien acosado por la sociedad.
Brideshead se niega a verle, a las chicas no se les permite, Sebastian sí le
visita, naturalmente, porque es tan encantador ... Nadie más se acerca a él.
Fíjate, el pasado mes de septiembre lady Marchmain se hospedaba en el Palazzo
Fogliere de Venecia. A decir verdad, allí resultaba un poquitín ridícula. Nunca
se acercaba al Lido, claro, pero siempre estaba navegando por los canales en
góndola, con sir Adrian Porson ... Qué ínfulas, querido ... Parecía madame
Récamier. Una vez me crucé con ellos y el gondolier de los Fogliere, a quien yo
conocía, por supuesto, me guiñó el ojo, querido, pero de una manera ... Ella
acudía a todas las fiestas vestida con una especie de crisálida de finísima
seda, como si fuera una actriz celta o una heroína de Maeterlinck; e insistía
en ir a la iglesia. Bueno, como sabes, Venecia es precisamente la ciudad de
Italia donde nadie ha ido jamás la iglesia. En fin, que quedó bastante en
ridículo, y entonces, ¿quién aparece en el yate de los Malton? El pobre lord Marchmain.
Había alquilado un pequeño palacio, pero ¿tú crees que le dejaron entrar? Lord
Malton les puso a él y a su valet en una lancha, querido, y le obligó, sin más,
a tomar el vapor para Trieste. Ni siquiera iba acompañado de su amante. Ella
estaba pasando sus vacaciones anuales. Nadie averiguó jamás cómo se enteraron
de que lady Marchmain estaba en Venecia. ¿Y sabes una cosa? Durante una semana
lord Malton se portó de una manera furtiva, como si fuera él quien hubiese
caído en desgracia. Y, en efecto, había caído. La principessa Fogliere dio un
baile y no invitó a lord Mal ton ni a nadie de su yate, ni siquiera a los de
Pañoses. ¿Cómo se las arregla lady Marchmain? Ha convencido al mundo entero de
que lord Marchmain es un monstruo.¿ Y cuál es la verdad? Que estuvieron casados
unos quince años, creo, y entonces lord Marchmain se fue a la guerra. Nunca
volvió y se unió a una bailarina de singular talento. Existen miles de casos
similares. Ella se niega a concederle el divorcio porque es muy piadosa. Bueno,
de eso también ha habido precedentes. Por regla general, esta situación provoca
simpatía hacia el adúltero, pero en el caso de lord Marchmain no es así. Podrías pensar que el
viejo calavera la había torturado,
robado su patrimonio, echado de casa, comido a sus hijos asados y rellenos, que
se había ido de juerga engalanado con todas las flores de Sodoma y Gomorra; y
en vez de eso, ¿qué hizo? Engendró cuatro hijos espléndidos, le dejó el castillo
de Brideshead y Marchmain House, en St. James, y todo el dinero que podría
necesitar para sus gastos, mientras él cenaba tranquilamente en Larue, con su
pechera inamaculada, en compañía de una atractiva dama de teatro de mediana
edad, al estilo eduardiano más convencional del mundo.
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